sábado, 30 de enero de 2010

Ha nacido un artista

Voy a intentar ser lo más imparcial posible. El dibulo que arriba veis lo ha hecho el sobrino mayor de Nacho, Mario, tiene siete años y hoy, mientras comiamos en casa de los abuelos nos decía que se aburria. Por lo que un poco entre todos le hemos encomendado la tarea de dibujarme. Y como decía voy a intentar ser imparcial. NO ME NEGAREIS QUE EL CHAVAL PROMETE, ES BUENO BUENO, EH!?!?!?!?!?!?!?. Ahora que, menudo modelo ha tenido tambien.



Y aprovechando esta gran obra, os muestro como me las arreglo en el mini piso en el que vivo.






viernes, 15 de enero de 2010

Vaya susto.


Cuando decidimos tener de nuevo un perro en nuestras vidas pensé mucho en los malos tragos que pasé con Harpo. Harpo fue un perro muy especial en muchos sentidos, tenía un carácter excepcional, o don especial con el olfato que yo no supe aprovechar y muy mala suerte con la enfermedad. Este talón de Aquiles fue el que más me hizo sufrir y el que más me hizo dudar a la hora de decidir de nuevo una nueva convivencia con estos increíbles compañeros. Ámbar de momento parece ser un animal duro, ha pasado la tos de las perreras sin inmutarse y en un descuido se merendó cuatro calcetines que descubrimos una vez vomitados y defecados. Pero nunca pensé que pudiera perderse, nunca la verdad y eso es lo que pasó este miércoles.


Habíamos decidido dejarlo en casa de mis padres mientras Raquel y yo nos íbamos a pasar la mañana en Xanadu. En teoría no hacía falta sacarle a la calle pero Ámbar es un perro que desconfía mucho de quienes no conoce y aunque si conoce a mis padres, demostró que no era suficiente. Por ello se mostró intranquilo desde que allí le dejé por lo que mis padres con buen criterio creyeron que sería bueno sacarle un rato a la calle. Bastaron 50 metros para que un tirón fuerte por parte de Ámbar dejara a mi padre con la correa y el collar en la mano. Inicialmente dio un par de vueltas a la manzana pero asustado por los intentos de mis padres y vecinos por atraparle, decidió dar rienda suelta a su capacidad de carrera y desapareció.


Raquel y yo llegamos a Alcorcón una hora después de su escape. Una hora después recorrer palmo a palmo el barrio de mis padres decidimos separarnos. La búsqueda fue un pequeño regreso al pasado para mí. Recorrí las calles de mi infancia en busca de un ser asustado. Intenté ponerme en su lugar y aunque imaginaba que se acercaría a algún lugar dónde hubiera perros, en ninguno de los parques que recorría encontré rastro alguno de él.


Al final, a eso de las cinco y media de la tarde decidimos ir a la perrera para que si lo encontraban nos dieran el aviso. Y cual fue nuestra sorpresa cuando Ámbar estaba allí desde las dos de la tarde. Lo que sigue fue casi tan increíble como su escape. Ámbar estaba bien pero había ocurrido un pequeño percance que impedía que pudiéramos llevárnoslo. En el momento de la captura había raspado en la barbilla al operario de la perrera y aunque la herida no era grave por prescripción veterinaria debía estar en observación y en la perrera durante quince días. Dios mio!!!, QUINCE DÍAS!!!!. Lo siguiente fue aún peor. Ámbar estaba confinado en una jaula individual en área especial junto a un pitbull y un cruce de beauceron. En cuanto nos vio se sentó, era como si quisiera decirnos: veis!!!, estoy sentado, estoy haciéndolo bien, sacarme de aquí, sacadme ya!!!. Y no pudimos.


A esas horas de la tarde sólo quedaban dos operarios que no tenían potestad alguna para soltarlo y hasta la mañana siguiente que habláramos con el veterinario del centro y con el operario herido no sabríamos si se cumpliría lo que al parecer era una normativa.


De camino a casa surgieron mil llamadas, al seguro, a Antonio y Nuria, criadores de Ámbar, a Enrique Solís, director de Lealcan, a María, adiestradora de Ámbar y a Pilar, su encantadora veterinaria. Todos, todos sin excepción se volcaron y ayudaron en la medida que pudieron. Llamando a conocidos, investigando en las ordenanzas... es increíble lo que las personas amantes de los animales son capaces de hacer por ellos. Pero si éstos se volcaron, más increíble fue lo que mi hermano Pablo hizo. En menos que canta un gallo había hecho cien carteles para empapelar Alcorcón en la búsqueda de Ámbar, carteles que quedarán como recuerdo pero que hubieran sido imprescindibles.


la noche fue dura. Para todos, para mis padres que sin culpa alguna se sintieron terriblemente culpables, para nosotros que no acabábamos de entender que no hubiéramos podido traérnoslo y sobretodo para el pobre Ámbar que no pegó ojo en aquel chenil. De camino a la perrera nos preocupaban las heridas que había producido, pues aún no sabíamos la gravedad y el carácter de quién lo había capturado pero afortunadamente ese detalle fue la mejor de las suertes. Resultó que el operario que lo capturó era un tipo encantador y un apasionado de estos nobles animales. Por lo visto Ámbar había quedado más o menos retenido por unos chavales que fueron los que avisaron a la gente de la perrera. Estaba en un lugar elevado del que pretendía saltar y fue precisamente al vuelo cuando este chico lo cazó literalmente. En el forcejeo rozó la mandíbula de este hombre y de ahí las heridas que no pasaron de rozaduras, afortunadamente.


A partir del momento en que empezamos a hablar con este hombre, ya nos comunicaron que no sería necesario que se quedara y que tan sólo deberíamos pasarnos el 21 y el 29 para revisiones rutinarias. Al final todo acabó en un susto. Ámbar no parece tener ningún tipo de trauma y salvo que en las primeras horas no se separaba más de cinco metros de nosotros, a día de hoy sigue siendo el mismo gamberro, insoportable pedorro y larguirucho perro.


Nota: ahora sólo nos navega un problema en nuestras cabezas. ¿Dónde vamos a dejar a Ámbar cuando nos vayamos de viaje?. Al final vamos a tener que crear la página web, http://www.colocoatuperro.com/. Porque la idea de dejarlo en una residencia se nos hace dura, dura.